"La Hipótesis de la Mente Cósmica:
La Evolución del Cerebro Humano como Motor de la Exploración Espacial"
Al mirar las estrellas, nuestro cerebro
podría ser activado, quizá hace mucho tiempo, por una especie de "instinto
cósmico" que nos impulsa a buscar oportunidades más allá de nuestro
planeta natal. La necesidad estimula la evolución. La evolución es paciente, pero se deja moldear
por el deseo de expansión y por que no, por la voluntad creativa.
El cerebro humano según la neurociencia, posee
más neuronas de las que aparentemente utiliza, sobre todo en la primera
infancia en la etapa de poda. Según Eric R. Kandel, James H. Schwartz y Thomas
M. Jessell en Principles of Neural Science, la poda sináptica implica la
eliminación selectiva de conexiones sinápticas menos utilizadas o redundantes
para optimizar la eficiencia y funcionalidad del cerebro en respuesta a la
experiencia y el desarrollo. Pero en esta etapa el cerebro tendría la
potencialidad de ser estimulado y desarrollar capacidades que aun ni
sospechamos posiblemente.
Y según
la genética también poseemos más genes de los que emplea en su funcionamiento
cotidiano. Así lo explica el genetista Francis Collins, director de los
Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, en su libro "The
Language of Life: DNA and the Revolution in Personalized Medicine":
"Tenemos aproximadamente 20,000 a 25,000 genes en nuestro genoma, pero,
sorprendentemente, solo alrededor de 2,000 de ellos codifican proteínas. El resto,
a menudo llamado 'ADN basura', desempeña un papel en la regulación de la
actividad génica y en otros procesos celulares importantes"
A partir de estas premisas y del enorme
potencial de nuestro desarrollo aun en evolución, podemos plantear una interesante
perspectiva sobre la relación entre la mente humana y la expansión en el
espacio. Esta idea sugiere que la evolución ha dotado a la humanidad con una
capacidad potencialmente subutilizada que puede desencadenarse por la
observación de las estrellas. La percepción de espacios y tiempos que están allí,
como tierras, islas con minerales y placeres infinitos disponibles.
De manera análoga a cómo las plantas
desarrollan mecanismos para propagar sus semillas y los hongos emplean esporas
para expandirse, el cerebro humano podría haber evolucionado para desarrollar
la capacidad de imaginar, planificar y ejecutar la expansión en el espacio. La
contemplación de las estrellas, al abrir nuestra mente a la vastedad del cosmos
y sus posibilidades, podría activar un conjunto de capacidades latentes que nos
permiten trascender las limitaciones terrestres y colonizar nuevos territorios
en el universo.
La
exploración del espacio podría actuar como un "una programación innata
mental" que influye en la percepción y la conducta humanas. Desde los
virus, bacterias, protistas y plantas poseen también el impulso de permanencia
y expansión, para lo cual desarrollan adaptaciones increíbles. Al mirar las
estrellas, nuestro cerebro animal, podría ser activado por una especie de
"instinto cósmico" que nos impulsa a buscar oportunidades más allá de
nuestro planeta natal. Esta hipótesis nos lleva a cuestionar si la mente
humana, con su inmenso potencial aún no explotado, podría ser una herramienta
fundamental en la expansión de nuestra especie a través del espacio y el
tiempo.
Saludos del profesor Enrique Segura.
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